Un hombre honesto y cumplidor de la ley recibió un mensaje de voz que decía: «Habla el oficial _________, de la seccional de policía. Por favor, llame a este número». De inmediato, el hombre empezó a preocuparse, por temor a haber hecho algo mal. Tenía miedo de devolver la llamada, y pasó noches sin dormir. El oficial nunca volvió a llamar, pero pasaron semanas antes de que aquel hombre dejara de preocuparse.


Jesús preguntó algo interesante sobre la preocupación: «¿Y quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?» (Mateo 6:27 RVC). Quizá esto pueda ayudarnos a modificar nuestra tendencia a preocuparnos.


Cuando avizoramos problemas, tal vez podamos intentar estos dos pasos: hacer algo y confiar en Dios. Si podemos hacer algo para evitarlos, con la guía de Dios, tomemos esa ruta. Pero si no podemos hacer nada, confiemos en que Él siempre puede actuar a nuestro favor, y dejemos la situación en sus manos.


Cuando nos parece que es momento de preocuparnos, recordemos las palabras inspiradas del rey David, quien enfrentó grandes dificultades y preocupaciones, pero llegó a esta conclusión: «Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará» (Salmo 55:22). ¡Qué alternativa maravillosa en lugar de preocuparnos!